II Domingo de Cuaresma
Encontrar a Dios en sus gestos de salvación
El Domingo pasado el libro del Génesis nos presentaba la Alianza de Dios con Noé. Hoy la liturgia nos ofrece en este trozo de la Biblia un fragmento en el que aparece Abraham a quién el Señor le había prometido una descendencia numerosa como las estrellas del cielo o las arenas del mar. En un primer momento encontramos que Abraham está convencido que Dios le pide en sacrificio a su hijo Isaac:¡Y el patriarca casi lo sacrifica! En un segundo momento el ángel del Señor evita que Isaac muera a manos de su padre.¿Estamos ante un capricho de Dios? ¡De ninguna manera! El autor del libro quiere resaltar la fe de Abraham y por otro lado enseñarnos que Dios no se goza en los sacrificios humanos sino en la obediencia a su voluntad.
En el Salmo 115 encontramos la oración de gratitud de alguien que ha tenido la experiencia de saberse casi perdido. Pero que, por otra parte, ha vivido en carne propia la salvación que viene de Dios que nunca abandona a los que Él ama. Por esta razón se alaba, de modo agradecido, al Señor que salva.
Hoy la liturgia nos presenta un pequeño pasaje del capítulo 8 de la Carta a los Romanos. En estos pocos versículos tenemos que suponer algo de lo que Pablo ha dicho, anteriormente, en este mismo capítulo. Primero: que el cristiano que elige las cosas del Espíritu tiene vida. Segundo que el que ama a Cristo vive de acuerdo a Él. Tercero que aquel que se deja guiar por el Espíritu: es hijo de Dios y lo reconoce como Padre. Teniendo en cuenta lo anterior, encuentran sentido de esperanza las preguntas que Pablo hace su carta: ¿Hay algo que pueda estar contra nosotros si Dios está de nuestra parte? ¡Nada ni nadie! ¿Cristo nos condenará? ¡Ciertamente que no: pues ha dado la vida por nosotros!