Tercer Domingo de Cuaresma
Dios
nos ha liberado para encontrar la vida
Hoy
en la primera lectura del libro del Éxodo encontramos a uno de los personajes
centrales de la historia del pueblo de Israel: Moisés. Recordemos que él,
siendo niño fue puesto por su madre en una canasta en el río, rescatado por la
hija del Faraón y criado en la corte de Egipto. No perdamos de vista que Moisés
también mató a un egipcio que maltrataba a un hebreo, huyó, y pasado el tiempo
se casó con una de las hijas de Jetró. Hoy encontramos el texto en que Moisés,
mientras está con los rebaños de su suegro, ve a una zarza que se arde en
llamas pero no se consume: allí Dios manifiesta su presencia y su identidad.
Cuando Dios le dice: “Yo soy el Dios de
tus padres el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”, le
revela que no es egipcio sino forma parte de un pueblo: ¡es hebreo! Y al
decirle: “he visto la opresión de mi
pueblo, he oído sus quejas, conozco bien sus sufrimientos”… muestra que el
Señor no es indiferente a la situación de los hebreos. Finalmente este texto manifiesta
también como Moisés se dispone, a ayudar a Yahvéh, en esta liberación de sus
hermanos.
En
sintonía con las lecturas del día de hoy el salmista nos habla de cómo Dios:
perdona las culpas, cura las enfermedades, rescata la vida de la fosa y colma
de gracia y de ternura: es decir libera creyente al igual que rompió las
cadenas de los que estaban esclavos en Egipto. La invitación del autor del
Salmo 102: es bendecir a Dios por estos actos, y sobre todo, a no olvidar nunca
estos beneficios.
Los
Corintios, a los que Pablo dirige su carta, han recibido el bautismo y este
bautismo implica la conversión. Hoy el Apóstol los lleva a recordar un evento
importante para los creyentes: la liberación del pueblo de la tierra de Egipto,
su paso por el mar Rojo, el modo como Dios los alimentó con el Maná y les dio a
beber del agua de la roca. En una palabra les muestra como el pueblo ha sido
testigo de grandes eventos. Sin embargo a pesar de haber sido liberados, alimentados
y protegidos ellos se alejaron de él y buscaron la muerte. Esta es una historia
que puede repetirse en el cristiano que también ha recibido grandes beneficios
tales como: ser lavado en las aguas de bautismo o ser alimentado con la
Eucaristía. Por eso hoy Pablo invita al creyente a no desear las cosas malas: porque
al igual que aquellos hebreos podrían llevarlo a la muerte.
Hoy
San Lucas nos presenta un pasaje especial: unos hombres han ido a ver a Jesús
para contarle como Pilato había mandado matar a unos galilelos mientras
ofrecían sacrificios. ¿Qué pensarían estos hombres al contarle a Jesús este
evento? ¡No lo sabemos! Pero Lucas nos muestra como Jesús se vale de esto que
le han contado para no creer que el que muere es más pecador que el que aún vive.
La muerte de otros ha de ser vista, como una oportunidad, para darse cuenta si
se está viviendo según Dios o se está viviendo lejos de Él. Permanecer lejos de
Dios llevará al creyente no sólo a una vida estéril: sino a la muerte, de allí
el ejemplo de la higuera que no da frutos. Jesús, en esta lectura, no quiere provocar
pánico por no dar el fruto esperado sino más bien invitar a sus oyentes a
evaluar su modo de vivir, provocar en ellos un cambio de actitud, y ofrecer los
frutos que Dios espera de todo aquel que cree en su Palabra.