De la duda a la fe
Estamos en tiempo de Pascua. Nos alegramos por la
Resurrección de Cristo. Celebramos que en Jesús la muerte no fue el final. La
última meta fue la Vida. Este es el acontecimiento donde se confirma y sustenta
nuestra fe para todo cristiano.
Pero ya no podemos quedarnos con esa plena seguridad.
El hombre moderno ha aprendido a dudar. Es propio de nuestro tiempo cuestionar
todo. En este ámbito la fe queda con frecuencia desacredita. Muchas veces el
ser humano va caminando por la vida lleno de dudas e incertidumbre.
Hay motivo por el que quizá muchos de nosotros podemos
sintonizar con la reacción de Tomás. Los otros discípulos le comunican que,
estando él ausente, han tenido una experiencia sorprendente: “Hemos visto al
Señor”. Tomás podría ser un hombre de nuestros días. Su respuesta es clara: “Si
no lo veo … no creeré”.
La actitud puede ser comprensible. Tomás no dice que
sus compañeros estén mintiendo o que están equivocados. Solo afirma que su
testimonio no le basta para creer. Él necesita vivir su propia experiencia.
Tomás ha expresado sus dudas dentro del grupo de
discípulos y no se han escandalizado, ni lo han echado fuera. No olvidemos que
todo el grupo de discípulos tampoco les creían a las mujeres cuando les anunciaron
que habían visto a Jesús resucitado. Este episódica de Tomás deja claro el
largo camino que tuvieron que recorrer aquellos hombres y mujeres hasta llegar
a la fe en Cristo Resucitado.
A los ocho días se presenta de nuevo Jesús. No critica
a Tomás sus dudas. Jesús le muestra sus heridas, no como “pruebas” de la
resurrección, sino como “signos” de su amor y entrega hasta la muerte. “No seas
incrédulo, sino creyente”. Tomás ya no tiene necesidad de mas pruebas. Solo
sabe que Jesús lo ama y lo invita a confiar: “Señor mío y Dios mío”.
Que ese sea también nuestro sentimiento con el
Resucitado. No todos tenemos la misma experiencia de Cristo, pero si podemos
tener la misma respuesta de confianza.
P. Álvaro
Frías, mj