Sexto Domingo de
Pascua
Dios
no conoce frontera para manifestar su amor
En
el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos hoy a Pedro que se dirige a
casa de Cornelio, que es un pagano, es decir que no profesa la religión judía.
Simón Pedro antes de llegar a la casa de ese extranjero ha tenido una visión
que le ha permitido descubrir que todo los alimentos, que Dios ha creado, son
puros. Por una parte el apóstol corregirá una visión errada, acerca de la
pureza de todo lo creado. Y, por otra parte, al entrar en la casa de Cornelio
Pedro caerá en la cuenta que no sólo los judíos son el pueblo elegido por Dios
sino que se dará cuenta que la salvación y los dones del Señor son para todos
aquellos que viven de acuerdo a Él.
El Salmo
97 invita a la alabanza de Dios no a unos pocos, sino a toda la tierra. Pues
todo ser humano puede experimentar que los otros dioses, ante el Todopoderoso,
no tiene poder alguno. Todos los pueblos están llamados a descubrir que el Dios
de Israel es Rey, Creador y juez de este mundo. El salmista nos dirá que Dios
tiene en cuenta la justicia al momento de juzgar, pues esta virtud forma parte
de su identidad como Dios y Señor de todo.
Hoy
San Juan nos dice, a través de su carta, una verdad que nos conmueve: ¡Dios es
amor! ¡Nuestro Dios nos ama! Y de Él ha partido la iniciativa de mostrarnos ese
Amor a través de ese Hijo suyo que ha vivido, ha padecido, muerto y resucitado:
¡Se ha entregado sólo por mostrarnos hasta
qué punto nos ama! Por eso el cristiano no puede hacer otra cosa que amar y
darse con esa misma entrega a sus semejantes como signo de que verdaderamente
se conoce y se ama a Dios.
El
domingo pasado meditábamos acerca de que Jesús era la vid y nosotros los
sarmientos. Jesús decía que separados de Él no podíamos hacer nada, pues todo
aquel que se separa de la vid prueba la muerte. Por eso hoy Jesús nos invita a
permanecer unidos a aquello que nos puede dar la vida. ¿A qué se refiere
Jesucristo? A permanecer unidos a Él a través de guardar sus mandamientos. Juan
nos muestra que la manera de pensar del discípulo deber ser semejante a la del
Maestro. Si Cristo nos ha amado: ¡Debemos amar! Sólo el que ama dará testimonio
que imita a Dios en su actitud de amor.