Domingo de Pentecostés
Los signos de la presencia del Espíritu
Hoy el libro de los hechos de los
Apóstoles nos habla nos habla del momento en que los discípulos reciben el
Espíritu Santo. En este relato se habla de viento, de ruido, de fuego... Estas
tres realidades manifiestan la presencia del Espíritu que se les da a los
Apóstoles. El Espíritu Santo es la promesa de Jesús a los suyo de que no los
dejaría solos. Algo sorprendente pasa en esos discípulos de Cristo que están
reunidos en oración: ¡Empiezan a hablar en lenguas! Sin embargo no fueron
lenguajes extraños e incomprensibles, ya que había extranjeros que entendían,
en su lengua, las maravillas de Dios proclamadas por los Apóstoles. La
presencia del Espíritu más allá de ser espectacular es signo de las grandes
cosas que Dios hace y quiere realizar a favor de su pueblo.
En el Salmo 103 encontramos al salmista
que reconoce la grandeza de Dios en sus obras y creaturas. Este salmo nos
regala también una verdad para el creyente: si el Señor retira de los seres
vivos su Espíritu, estos vuelven al polvo. Es Dios, quien a través de su
espíritu sostiene, anima y acompaña a todo ser que vive en el mundo. Es gracias
a su Espíritu que el mundo tiene un nuevo rostro y pone de manifiesto las obras
de Dios.
El cristiano está llamado a ser signo de
que el Espíritu habita en él ¿Pero, cómo saber si realmente el modo de actuar
del creyente es conforme al Espíritu? Hoy Pablo, en su carta a los Gálatas, señala
actitudes negativas, muy precisas, que hacen notar cuando el cristiano va en
contra del querer de Dios. De la misma manera el Apóstol señala virtudes claras
que hacen ver cuando la persona camina conforme al Espíritu. Este texto es
precioso y preciso porque nos ofrece un examen claro para evaluar si vivimos
conforme a Dios o conforme a nosotros mismos.
En el
Evangelio Cristo viene a su dar su paz a los discípulos que se han encerrado,
por miedo a los judíos. Jesús se manifiesta no para atemorizar, ni recriminar a
aquellos que en otro tiempo lo abandonaron: sino que se les hace presente para
darles confianza. El hecho de mostrar las heridas en sus manos y en su costado
es señalarles que es realmente Él, quien sufrió y murió. La presencia del
Resucitado infundirá, nuevamente, la alegría en los suyos. En su Evangelio, Juan
presenta, el mismo día de la Resurrección, el regalo del Espíritu Santo. Es
significativo que junto a este don del Espíritu, Jesús da a los apóstoles la
gracia de perdonar los pecados del mismo modo que Él mostró siempre la
misericordia del Padre.
P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.