Domingo 13 del Tiempo
Ordinario
Elegidos
para ser y hacer libres
Elías
fue un profeta que hizo varios signos en su tiempo. El nombre de Elías
significa: Dios es Yahvé. Entre los
servicios que Isaías realizó como profeta fue el dar a conocer al Señor e
invitar a que sus paisanos volvieran al camino de Dios. De hecho el profeta
sufrirá la persecución de parte de una reina, Jezabel, porque el profeta
eliminó a los profetas del dios Baal. En el capítulo 19 del Primer libro de los
Reyes, que leemos hoy, la misión de Elías está por concluir. ¿Quién ocupará su
lugar? Dios le señala a Eliseo, un campesino. Dios le manda ungirlo, sin
embargo Elías le echa encima su manto como la señal de que este hombre humilde será
quien realice la misma misión. Eliseo se despide de los suyos sacrificando los
animales con los que realizaba su trabajo, ofreciéndolos a Dios, y dándole de
comer a la gente. Junto al desprendimiento Eliseo muestra su amor a Dios y su
generosidad a sus semejantes.
El salmista, a través del Salmo 15, nos habla
de cómo en el Señor el hombre justo encuentra en el Señor: su protección, su
bondad, su esperanza. En una palabra sólo en Dios llena sus expectativas. Por
eso sabe que su destino no es quedar en la muerte sino gozar de la vida y la
alegría del Señor.
La
meta de todo aquel que cree en Cristo ha de ser la libertad, es parte de lo que
hoy nos comparte San Pablo escribiéndole a los fieles de Galacia. En este
pasaje cuando Pablo habla de “la carne” se refiere al ser humano. El que está
libre no debe ser un hombre o una mujer injusta. Por el contrario, la virtud de
la justicia se distingue por la caridad y del amor del cristiano. Pero este
amor, esta justicia y esta caridad no se dan automáticamente por ser creyentes:
todo aquel que sigue a Jesús debe hacer frente a situaciones que más bien le
proponen lo contrario: sacar provecho, odiar, juzgar con criterios humanos… por
eso debemos de estar cercanos a aquel que nos liberó y sigue rompiendo las
cadenas que nos quieren esclavizar.
En
el pasaje que leemos el día de hoy, en el Evangelio de San Lucas, Jesús ha
iniciado su viaje a Jerusalén. Recordemos que la ciudad de Jerusalén es el
lugar donde Jesús será despreciado, maltratado y asesinado. No obstante que
Cristo presiente un violento destino se encamina hacia allá. Recordemos que el
y sus discípulos son Galileos forzosamente deben caminar hacia el sur para
llegar a Jerusalén. Hay un inconveniente: deben pasar por Samaria. Recordemos
que los samaritanos son mal vistos por quienes siguen el judaísmo. Sin embargo
el desprecio es mutuo. Es por esto que los Samaritanos no quiere recibir a
Jesús y a los suyos. Los discípulos están tentados a pedir “fuego del cielo”
¡Los discípulos piensan de manera torcida! Por eso Jesús los regaña. Porque que
el viene a mostrar la verdadera cara de Dios, es decir: el rostro de un Dios
que es capaz de perdonar. Es significativo que Jesús les hable de la actitud
que deben tener: no tener un lugar fijo, seguir el camino del Reino con
decisión y sobre todo abrazar la nueva vida que Él nos ha venido a mostrar.
P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.