Para
nuestra formación
Nuestra oración
es muchas veces, una petición de ayuda en momentos de necesidad. Y esto es
normal para el hombre porque necesitamos ayuda, necesitamos de los demás,
necesitamos de Dios. Así es que para nosotros es normal pedirle algo a Dios,
buscar su ayuda; y debemos tener en cuenta que la oración que el Señor nos
enseñó: el "Padre nuestro"
es una oración de petición, y con esta oración el Señor nos enseña la
importancia de nuestra oración, limpia y purifica nuestros deseos, y de este
modo limpia y purifica nuestro corazón. Así es que, si de por sí es algo normal
que en la oración pidamos alguna cosa, no debería ser siempre así.
Hay también
ocasión para dar gracias, y si estamos atentos, veremos que recibimos de Dios
tantas cosas buenas: es tan bueno con nosotros que conviene, es necesario darle
gracias. Y esta debe ser también una oración de alabanza: si nuestro corazón
está abierto, a pesar de todos los problemas, apreciamos también la belleza de
su creación, la bondad que nos muestra en su creación. Por lo tanto, no solo
debemos pedirle, sino también alabar y dar gracias: solo así nuestra oración es
completa.
En la
oración constante, en la relación diaria con Dios, aprendemos también nosotros,
como san Pablo, a distinguir con más claridad los signos del plan de Dios y de su
acción: de la belleza del Creador, en la belleza que surge de sus criaturas
(Ver: Efesios 3,9 ), como lo canta san Francisco de Asís: "Alabado sea mi Señor, con todas tus criaturas" (Florecillas 263). Es importante estar
atento aún ahora, en el periodo de las vacaciones, a la belleza de la creación
y ver revelarse en esta belleza el rostro de Dios. En sus vidas, los santos
indican de modo brillante qué puede hacer el poder de Dios en la debilidad del
hombre. Y puede hacerlo también con nosotros. En toda la historia de la
salvación, en la que Dios se ha hecho cercano a nosotros y espera pacientemente
nuestros tiempos, incluyendo nuestras infidelidades, alienta nuestros esfuerzos
y nos guía. En la oración aprendemos a ver los signos de este plan
misericordioso en el camino de la Iglesia. Así, crecemos en el amor de Dios,
abriendo la puerta a fin de que la Santísima Trinidad venga a habitar en
nosotros, ilumine, caliente, guíe nuestra existencia.
Queridos
amigos, cuando la oración alimenta nuestra vida espiritual nos volvemos capaces
de conservar aquello que san Pablo llama "el
misterio de la fe" en una conciencia pura (Ver: Primera carta de
Timoteo 3,9). La oración como una forma de "acostumbrarse"
a estar junto a Dios, crea hombres y mujeres animados no por el egoísmo, del
deseo de poseer, de la sed de poder, sino de la gratuidad, del deseo de amar,
de la sed por servir, es decir, animados por Dios; y solo así se puede llevar
luz a la oscuridad del mundo.
Benedicto XVI
Audiencia 20 de
junio de 2012
Plaza de San
Pedro