Para nuestra
formación
¡Queridos
hermanos y hermanas! En el calendario litúrgico el 15 de julio es la memoria de
San Buenaventura de Bagnoregio, franciscano, Doctor de la Iglesia y sucesor de
San Francisco de Asís en la guía de la Orden de los Frailes Menores. Él
escribió la primera biografía oficial de San Francisco, el Pobrecillo de Asís,
y al final de su vida también fue Obispo de esta Diócesis de Albano. En una
carta suya, Buenaventura escribe: «Confieso
ante Dios que la razón que me ha hecho amar más la vida del beato Francisco es
que ella se parece a los inicios y al crecimiento de la Iglesia». Estas
palabras nos remiten directamente al Evangelio de este domingo, que presenta el
primer envío en misión de los Doce Apóstoles por parte de Jesús. «Jesús llamó junto a sí a los Doce – cuenta
san Marcos – y comenzó a enviarlos de dos en dos (...). Les ordenó que no
tomaran nada para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero
en el cinturón; sino: «Calzar sandalias y no llevar dos túnicas» (Marcos 6,
7-9). Francisco de Asís, después de su conversión, practicó a la letra este
Evangelio, llegando a ser un testigo fiel de Jesús; y asociado de modo singular
al misterio de la Cruz, fue transformado en «otro
Cristo», tal como lo presenta San Buenaventura.
Toda
la vida de San Buenaventura, así como su reflexión acerca de Dios tienen como
centro inspirador a Jesucristo. Esta centralidad de Cristo la encontramos en la
segunda Lectura de la Misa de hoy (Efesios 1, 3-14), el famoso himno de la
Carta de San Pablo a los Efesios, que comienza así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha
bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo».
El Apóstol muestra por tanto cómo se ha realizado este designio de bendición,
en cuatro pasajes que comienzan todos con la misma expresión «en Él», referida a Jesucristo. «En Él» el Padre nos ha elegido antes de
la creación del mundo; «en Él»
tenemos la redención mediante su sangre; «en
Él» nos hemos convertido en herederos, predestinados a ser «alabanza de su
gloria»; «en Él» cuantos creen en el
Evangelio reciben el sello del Espíritu Santo. Este himno paulino contiene la
visión de la historia que San Buenaventura ha contribuido a difundir en la
Iglesia: toda la historia tiene como centro a Cristo, que garantiza también
novedad y renovación en toda época. En Jesús Dios ha dicho y dado todo, pero
puesto que Él es un tesoro inagotable, el Espíritu Santo jamás termina de
revelar y de actualizar su misterio. Por tanto, la obra de Cristo y de la
Iglesia no retrocede, sino que siempre avanza.
Queridos
amigos, invoquemos a María Santísima, a quien mañana celebraremos como Virgen
del Monte Carmelo, a fin de que nos ayude, como San Francisco y San
Buenaventura, a responder generosamente a la llamada del Señor, para anunciar
su Evangelio de salvación con las palabras y, ante todo, con la vida.
Benedicto
XVI
Angelus,
15 de Julio de 2012
Castelgandolfo