Domingo 16 del Tiempo Ordinario
La escucha como principio de fe a la Palabra de Dios
En el capítulo 15 del libro del Génesis nos encontramos con la promesa
que Dios ha hecho a Abraham: “Mira al
cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas” “Así de numerosa será tu
descendencia”. Sabemos que el Patriarca era anciano y su mujer estéril… ¡Promesa
imposible de creer! Pero este padre del pueblo es alguien que le cree a Dios:
ha salido de su tierra, ha vivido conforme a la justicia, se ha fiado de Dios..
y hoy el capítulo 18 se nos presenta otra característica de Abraham: es una
persona que muestra atención y hospitalidad hacia tres personajes que pasan
delante de Él. No los conoce, sin embargo los trata con delicadeza y distintas
atenciones, sin saber que es Dios mismo que lo está yendo a visitar. Abraham
una vez que los ha atendido recibirá la noticia del cumplimiento de la promesa
de Dios: "Volveré sin
falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces Sara tu mujer
tendrá un hijo”.
Algo que parece descabellado
será la muestra más clara de que Dios siempre cumple sus promesas.
Se dice que el Salmo 14 se recitaba antes
que los peregrinos fueran al templo de Jerusalén. La pregunta que se hace el
Salmista es: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda? La respuesta nace de vivir lo que dicta
la misma Palabra de Dios y sus mandamientos: vivir honradamente, practicar la
justicia y la lealtad, no difamar, no imitar las acciones del que no teme a
Dios, ni aprovecharse de los demás. Estas actitudes no sólo serán señal de
hacerse digno de subir al templo de Dios sino que, además: evitarán que el
hombre siga un camino equivocado.
En los primeros versículos de este
capítulo Pablo ha dicho que Cristo es la imagen de Dios invisible y por Él, el
Padre, ha reconciliado todas las cosas. Hoy el Apóstol dice: Hermanos: Ahora me alegro de sufrir por ustedes: así completo en mi carne los
dolores de Cristo. Y nosotros nos podríamos preguntar: ¿Le faltó algo
a la pasión del Hijo de Dios por nosotros? ¡No! Pablo dice claramente: completo en mi carne. El Apóstol como
seguidor de Cristo sabe que, al igual que el maestro, sufrirá y padecerá al tratar
de vivir el Evangelio. Sin embargo los momentos difíciles unidos a Cristo será
motivo de salvación, de crecimiento y de gloria de Dios: porque el Señor, a
pesar de las pruebas y dificultades que viva el creyente mostrará su poder y su
acción liberadora.