Para
nuestra formación
Ninguna oración
se pierde
Benedicto
XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles, que se
desarrolló en la Sala Pablo VI, a la oración en la segunda parte del libro del
Apocalipsis, “una oración que se orienta
al mundo entero, pues la Iglesia camina en la historia y forma parte de ella”.
En el
Apocalipsis la asamblea es invitada a subir al cielo “para mirar la realidad con los ojos de Dios”; el relato de San
Juan describe los tres símbolos que encuentra para leer la historia: el trono
de Dios, el libro y el Cordero. En el trono está sentado Dios omnipotente que “no se ha quedado sólo en su cielo, sino
que se acercó al hombre, estableciendo una alianza con él”. El libro “contiene el plan de Dios sobre los
acontecimientos y los hombres, pero está cerrado herméticamente con siete
sellos y nadie puede leerlo”. Ahora bien,
“hay un remedio al desamparo del ser humano ante el misterio de la historia: alguien
es capaz de abrir el libro e iluminarlo”.
Ese
alguien, se manifiesta en el tercer símbolo: Cristo, “el Cordero, ofrecido en el sacrificio de la Cruz, pero de pie, como
signo de su resurrección. El Cordero, Cristo muerto y resucitado,
progresivamente abrirá los sellos desvelando el plan de Dios, el sentido
profundo de la historia”.
Estos
símbolos, explicó el Papa, nos recuerdan “cual
es la clave para descifrar los acontecimientos de la historia y de nuestra
vida. Levantando los ojos al Cielo de Dios, en la relación constante con Cristo
(...) en la oración personal y comunitaria, aprendemos a ver las cosas de forma
nueva y a captar su significado verdadero”. El Señor invita a la comunidad
cristiana “a considerar con realismo el
presente que vive. Cuando el Cordero abre los cuatro primeros sellos, la
Iglesia ve el mundo en que hay diversos males (...) los males debidos a la
acción del hombre como la violencia (...) o la injusticia. A estos se suman los
que el hombre debe padecer como la muerte, el hambre, la enfermedad”.
“Ante estas realidades, a menudo dramáticas, la
comunidad eclesial está llamada a no perder nunca la esperanza, a creer
firmemente que la aparente omnipotencia del Maligno se enfrenta con la
omnipotencia verdadera que es la de Dios”. San Juan habla
de la entrada en escena de un caballo blanco, símbolo de que “en la historia del
ser humano ha entrado la fuerza de Dios, que no solo es capaz de servir de
contrapeso al mal, sino de derrotarlo (...) Dios se hizo tan cercano como para
descender en la oscuridad de la muerte para iluminarla con el esplendor de su
vida divina; ha cargado con el mal del mundo para purificarlo con el fuego de
su amor”.
“¿Como crecer en esta lectura cristiana de la
realidad? El Apocalipsis nos dice que la oración alimenta en cada uno de
nosotros y en nuestras comunidades esta visión de luz y de profunda esperanza
(...) La Iglesia vive en la historia, no se encierra en sí misma, afronta con
valor su camino en medio de dificultades y sufrimientos, afirmando con fuerza
que el mal no puede con el bien, que la oscuridad no ofusca el esplendor de
Dios. Es un punto muy importante también para nosotros; como cristianos nunca
podemos ser pesimistas (...) La oración, sobre todo, nos educa a distinguir los
signos de Dios, su presencia y su acción ; más aún, a ser nosotros mismos luces
del bien que difunden esperanza e indican que la victoria es de Dios”.
Al
final de la visión, un ángel pone constantemente granos de incienso en un
incensario que después arroja sobre la tierra. Los granos, serían nuestras
oraciones. “Tenemos que estar seguros
-dijo el Papa- de que no hay oraciones superfluas o inútiles, ninguna se pierde
(...) Dios no es insensible a nuestras súplicas (...) A menudo frente al mal
tenemos la sensación de no poder hacer nada, pero es precisamente nuestra
oración, la respuesta primera y más eficaz que podemos dar y que fortalece
nuestro compromiso diario de difundir el bien. La potencia de Dios hace fecunda
nuestra debilidad”.
Ciudad del
Vaticano, 12 septiembre 2012
Tomado de:
http://www.revistaecclesia.com/catequesis-de-la-audiencia-del-miercoles-12-de-septiembre-de-benedicto-xvi-sobre-la-oracion-en-el-apocalipsis/