sábado, 1 de diciembre de 2012

Reflexión Domingo 02 de diciembre de 2012


1er Domingo de Adviento

Esperar a Dios a través de actitudes que demuestren nuestra fe

La primera lectura del libro del profeta Jeremías es un anuncio de esperanza de parte de Dios hacia el pueblo de Israel. Éste pueblo que a pesar de ser invadido, débil, desolado y que ha perdido su rey cuenta con una promesa de esperanza no sólo de volver a ser una tierra en la que se vuelvan a escuchar cantos, celebrar fiestas, comprar y vender casas, campos y viñedos... sino que les ha sido dada una promesa de ser una  nación fuerte que volverá a tener un rey: un descendiente de la casa de David  que gobernará a su pueblo Israel. Junto a esa promesa de Dios el pueblo debe encontrar una forma justa de vivir, de acuerdo a los mandatos del Señor, mientras se espera esta realidad.

El Salmo 24 es la oración confiada de un creyente que a pesar de su dificultad pone su confianza en el Señor, pues sabe que el que espera en Él jamás queda avergonzado. Pues todo aquel que tiene fe en Dios encuentra caminos, descubre verdades, aprende actitudes de misericordia, de lealtad y sobre todo de amor por la ley del Señor, que es perfecta.

Los tesalonicenses son una comunidad que se distingue sobre todo por haber aceptado el Evangelio; más aún por vivir de acuerdo a esa Palabra de Dios que le ha sido proclamada. Sin embargo Pablo invita a la comunidad de Tesalónica a perseverar en el seguimiento de Jesús. La perseverancia tiene que ver no con cumplir preceptos humanos sino con recibir y expresar el amor del Señor y estar preparados para la venida de Cristo al cual se sirve ya desde esta tierra.

Hoy san Lucas nos habla, en el capítulo 21 de su Evangelio, de algunas señales que apuntan al fin del mundo, especialmente a la destrucción de Jerusalén, la Ciudad Santa. Un aspecto de mayor importancia, en este pasaje, es la venida en la gloria, del Hijo de Hombre: es decir, de Jesús. El creyente es invitado no sólo a reconocer esas señales sino a tener una actitud cristiana que lleve al seguidor de Cristo a la virtud, a la abstinencia pero sobre todo a la esperanza de que se abrazará un Reino eterno.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.