viernes, 2 de diciembre de 2011

El Papa nos habla de la oración (versión pastoral)



Para nuestra formación


La enseñanza de Jesús sobre la oración viene ciertamente del modo de orar que recibió de su familia, pero tiene su esencial y profundo origen en ser Hijo de Dios, en su relación única con Dios Padre.


La oración de Jesús toca todas las etapas de su ministerio y todas sus jornadas. Los cansancios no la paran. Más aún los Evangelios, nos muestran una costumbre de Jesús a pasar en oración parte de la noche. El Evangelista Marcos cuenta una de estas noches, después de la pesada jornada de la multiplicación de los panes y escribe: “Inmediatamente Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo fueran a esperar a Betsaida, en la otra orilla, mientras él despachaba a la gente. Jesús despidió, pues, a la gente, y luego se fue al cerro a orar. Al anochecer, la barca estaba en medio del lago y Jesús se había quedado solo en tierra”. (Lucas 6, 12-13). Cuando las decisiones son importantes y complicadas, su oración se hace más prolongada e intensa. En la ya cercana elección de los doce apóstoles, por ejemplo, Lucas subraya la duración nocturna de la oración de Jesús para prepararse a esta elección: “En aquellos días se fue a un cerro y pasó toda la noche en oración con Dios. Al llegar el día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos a los que llamó apóstoles” (Lucas 6, 12-13).


Contemplando la oración de Jesús debe surgirnos una pregunta: ¿Cómo hago oración? ¿Cómo oramos? Se hace, hoy, una suficiente educación y formación a la oración? ¿Y quién puede ser maestro?


Justamente la experiencia ejemplar de Jesús muestra que su oración, animada en reconocer a Dios como Padre y la comunión del Espíritu, se hizo profunda en un constante y fiel ejercicio que llegó hasta el Huerto de los Olivos y la Cruz. Hoy los cristianos están llamados a ser testigos de oración, justamente porque nuestro mundo está continuamente cerrado al horizonte de Dios y a la esperanza que lleva el encuentro con Él. En la amistad profunda con Jesús y viviendo en Él y con Él la relación de hijos con el Padre, a través de nuestra oración fiel y constante, podemos abrir ventanas hacia el Cielo de Dios. Más aún, recorriendo el camino de la oración, sin temor al qué dirán, podemos ayudar a otros a recorrerla: también para la oración cristiana es verdad que, caminando, se abren caminos.


Benedicto XVI
Audiencia del miércoles 30 de noviembre de 2011
Aula Pablo VI