sábado, 4 de febrero de 2012

Meditación del domingo 05 de febrero de 2012

V Domingo del Tiempo Ordinario

El Señor tiende su mano hacia el que sufre

El libro de Job nos presenta la desgracia de un hombre justo que ha perdido sus, hijos, sus bienes, su salud. Algunos de sus amigos tratan de consolarlo hablando con Él, en sus momentos de desesperación… pero Job experimenta que su vida tiene un salario de tristeza, se siente como un esclavo que está bajo el sol, se aprecia como quien espera meses de cansancio. Job experimenta días difíciles y parece ser que no le queda salida, sin embargo encuentra consuelo en el auxilio que le viene de Dios.

El Salmo 146 nos habla de la grandeza del Señor. Pero Él, no por ser grande está ajeno a la suerte del hombre: Él reconstruye Jerusalén, Él reúne a los deportados de Israel, sana los corazones destrozados y venda sus heridas. Es un Dios Poderoso… pero cercano al que sufre.

El Apóstol Pablo ha sido llamado de manera muy especial al servicio del Evangelio. Algunos consideraban que no era un Apóstol. Pero el Apóstol hace ver a los cristianos de Corinto como Él les ha dado a conocer el Evangelio a través de su predicación, de su entrega, de su humildad, y de su trabajo. Pablo no es alguien que se aprovecha de la Evangelización, sino más bien es aquel que evangeliza para que los cristianos se enriquezcan con la Buena Nueva de Cristo que Él predica.

Jesús, en este primer capítulo del Evangelio de San Marcos, ha llamado a sus primeros discípulos y ha curado a los enfermos. Hoy vemos que Jesús va a la casa de Simón y Andrés y ellos le hablan de suegra de Pedro que se encuentra enferma. ¿Por qué hablarle al Maestro de esta enferma? Seguramente porque fueron testigos de lo que Jesús podía hacer por el que sufría. ¡Y efectivamente esta mujer enferma es curada por Jesús! Y no sólo ella… más tarde dio la salud a muchos otros. Cristo por una parte manifiesta el poder de Dios, por otra se dirige a su Padre en la oración. En Él encuentra la fuerza para seguir manifestando el poder que viene de Dios.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.