jueves, 5 de diciembre de 2013

Meditación del domingo 08 de diciembre de 2013


Segundo Domingo de Adviento

Preparar nuestro corazón y nuestras actitudes a la venida del Señor

El pueblo de Israel fue sometido en varias ocasiones por las grandes potencias de la época. Todos esperaban que Israel fuera una gran nación que pudiera algún día sacudirse de una vez, para siempre, el yugo de la opresión. Los habitantes de la Palestina soñaban con la llegada del Mesías: un personaje que conduciría a Israel hacia la liberación definitiva. ¿Cuándo llegaría? El momento no era conocido por nadie, pero a este personaje se referían varios libros de la Sagrada Escritura. El texto de Isaías que hoy escuchamos habla de él como alguien que será un hombre poderoso, no sólo a nivel humano: ¡en el estará el Espíritu del Señor! ¡Y por lo tanto su poder! La paz que Israel espera no sólo será para el pueblo: es una paz que se extenderá a toda creatura. Más aún: el Mesías será el guía, no de un pueblo, sino de toda nación.

El Salmo 71 nos habla de la figura del Mesías, al igual que el salmista describe como un rey justo, pacífico, lleno de compasión por el pobre, por el afligido y por el indigente. Un rey que cuyo nombre será eterno y proclamado dichoso por todos los pueblos de la tierra.

Pablo, en la carta a los Romanos, pone a Cristo como modelo de entrega: ¡pues dio su vida por todos y en la cruz llevó las cargas de todos los hombres! Él debe ser, para el cristiano, el ideal de compasión y solidaridad no sólo hacia los de su raza: ¡Sino para todos los hombres! La actitud de aceptación y preocupación por todos, no importando el pueblo de pertenencia, ha de servir de inspiración y norma de conducta para todo seguidor de Jesús pues en actitud se muestra la fidelidad de Dios que ama a todos los hombres.

Juan Bautista es llamado el precursor, es decir, aquel que prepara la venida del esperado del pueblo: el Mesías, encarnado en la persona de Jesús. Juan esperaba que el pueblo preparara su venida con actitudes de arrepentimiento y cambio de vida. Meditábamos, en las dos primeras lecturas de hoy, que cuando llegara el Mesías traería al pueblo la paz: pues bien, esta paz debía de empezar desde el corazón del hombre y debía reflejarse en su relación con Dios. Por eso San Mateo hoy nos presenta como Juan llama la atención a Fariseos y Saduceos que se quedan en la seguridad de llamarse “hijos de Abraham”; pero no dan muestra de vivir ni caminar conforme a la justicia que viene de Dios ni tenían conciencia de las consecuencias de vivir equivocadamente. .


P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.