viernes, 7 de septiembre de 2012

La oración despierta el sentido de la presencia del Señor (Versión Pastoral)


Para nuestra formación
Hoy quisiera hablar de la oración en el libro del Apocalipsis, que, como ustedes saben, es el último del Nuevo Testamento. Es un libro difícil, pero que contiene una gran riqueza. Este libro nos pone en contacto con la oración viva y palpitante de la asamblea cristiana, reunida "en el día del Señor" (Apocalipsis 1,10); es esta, en efecto, la base de fondo en el que se mueve el texto.
La primera parte del Apocalipsis (1,4-3,22) tiene, en la actitud de la asamblea que ora. La asamblea escucha, y cuando siente nombrar a Jesucristo, es como una explosión de alegría y responde con entusiasmo.
La respuesta de Dios es: "Yo soy el Alfa y la Omega, Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso" (1,8). Aquí nos encontramos con otro elemento importante: la oración constante despierta en nosotros un sentido de la presencia del Señor en nuestra vida y en la historia, y la suya es una presencia que nos sostiene, nos guía y nos da una gran esperanza, aún en medio de la oscuridad de ciertos acontecimientos humanos; además, cada oración, incluso aquella en la soledad más radical, nunca es un aislarse y nunca es estéril, sino que es el elemento vital para alimentar una vida cristiana cada vez más comprometida y coherente.
La segunda parte de la oración de la asamblea (1, 9-22) profundiza más la relación con Jesucristo: el Señor aparece, habla, actúa, y la comunidad más cercana a él, escucha, reacciona y acoge.
Después de esta experiencia de la revelación, el Apóstol tiene delante al Señor Jesús hablando con él, lo tranquiliza, le coloca una mano sobre la cabeza, le revela su identidad como el Crucificado Resucitado, y le encarga transmitir su mensaje a las Iglesias (Apocalipsis 1,17-18). Una cosa hermosa de este Dios, ante el cual el apóstol desfallece y cae como muerto. Es que también se identifica como el amigo de la vida, y pone su mano sobre la cabeza. Y así será también con nosotros: somos amigos de Jesús. Por tanto, la revelación del Dios Resucitado, del Cristo Resucitado, no será terrible, sino será el encuentro con el amigo.
En la tercera y última fase de la primera parte del Apocalipsis (Apocalipsis 2-3), el lector propone a la asamblea un mensaje dirigido a las siete Iglesias en Asia. Todas las iglesias deben ponerse en una escucha atenta al Señor, abriéndose al Espíritu. La asamblea escucha el mensaje recibiendo un estímulo para el arrepentimiento, la conversión, la perseverancia, el crecimiento en el amor, la orientación para el camino.
Queridos amigos, el Apocalipsis nos presenta una comunidad reunida en oración, porque es justamente en la oración donde experimentamos siempre en aumento, la presencia de Jesús con nosotros y en nosotros. Cuanto más y mejor oremos con constancia, con intensidad, tanto más nos asemejamos a Él, y Él realmente entra en nuestra vida y la guía, dándole alegría y paz. Y cuanto más conocemos, amamos y seguimos a Jesús, más sentimos la necesidad de permanecer en oración con Él, recibiendo serenidad, esperanza y fuerza en nuestra vida.
Benedicto XVI
Audiencia 05 de septiembre de 2012
Aula Pablo VI