sábado, 15 de septiembre de 2012

Reflexión 16 de septiembre de 2012


Domingo 24 del Tiempo Ordinario

La verdadera clave para descubrir a Dios

Una de las verdades que continuamente nos comparte la Sagrada Escritura es que Dios nos ama. Isaías resalta profundamente, en su libro, esta idea. Si el pueblo no siente la presencia de aquel que lo ama es porque ese mismo pueblo ha decidido apartarse, los suyos han decidido esconderse. No obstante la actitud del pueblo, el siervo se presenta a sí mismo como aquel que escucha la voz amorosa del Señor. La escucha de su Palabra despierta en Él la capacidad de consolar al que se siente triste. Sin embargo cuando el hombre se aleja de Dios corre el riesgo de malinterpretar su voluntad y de ir en contra de todo aquello que le recuerde su amor.  Por eso extrañamente descubrimos que a pesar de que el Siervo escuche a Dios y sea fiel a su palabra le toque experimentar fuertes actitudes de violencia. Lo que más sorprende en este texto es como la certeza de sentirse protegido por el Señor da fuerza y confianza al creyente aún en medio de los duros momentos de sentirse humillado.

En el Salmo 114 encontramos la experiencia de un enfermo que ha sido escuchado por Dios, en un momento de muerte y angustia. Por un lado el creyente ha experimentado la amargura y la dificultad de este momento. Por otro lado el salmista da testimonio de la bondad de Dios que lo ha escuchado y le ha mostrado su salvación. Este salmo es sin duda un testimonio de que Dios no abandona a los que confían en Él.

Hoy la liturgia nos ofrece una breve cita de Santiago en la segunda lectura. Sin embargo en este breve texto se encuentra una pregunta que enfrentó al cristiano de su tiempo y nos enfrenta aún hoy: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? El domingo pasado el apóstol evidenciaba la actitud equivocada del cristiano que trata diferente a un rico y a un pobre. Hoy se hace frente a otro modo equivocado de pensar: creer sin hacer. El apóstol nos enseña que seguir a Cristo no es sólo cuestión de buenos pensamientos sino de actitudes de misericordia y respeto hacia todo tipo de personas.

Marcos nos presenta en el capítulo 8 de su evangelio algunos de los hechos de la vida de Jesús: ha dado de comer a cuatro mil, se ha enfrentado a escribas y fariseos que le piden una señal para creer que es el enviado de Dios, ha sanado a un ciego… Ante los signos obrados por Jesús hay una pregunta de este a los suyos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Como era de esperar hay varias respuestas que no atinan a descubrir su verdadera identidad. La segunda pregunta se dirige directamente a los suyos: ¿Y ustedes quién dicen que soy yo? Pedro acierta en su respuesta: ¡Tu eres el Mesías!. Sorprendentemente al escuchar de Jesús el sufrimiento que le esperaba como  enviado del Señor ese mismo apóstol se equivoca haciendo suyo el pensamiento del enemigo. Jesús enseñará hoy que en el camino de Dios no está ausente el sufrimiento y la cruz, pero sobre todo que al final de esas situaciones de muerte se encuentra la Resurrección.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.