sábado, 15 de junio de 2013

Reflexión domingo 11 del tiempo ordinario


Domingo 11 del Tiempo Ordinario

El arrepentimiento: puerta segura al reencuentro con Dios

En el Segundo libro de Samuel se nos presenta un gran pecado de David: ha tomado, en secreto a la esposa de Urías, uno de sus soldados. Ha permitido que ese soldado fielmuera dejándolo abandonado en el frente de batalla. Y finalmente ha hecho venir a lamujer, del recién fallecido, al palacio. David creyó que éste hecho quedaría oculto. Pero el Señor, por medio de Natán el profeta, le hará ver su pecado hablándole del pobre que tenía una oveja y el rico, que a pesar de tener muchos animales, robó la oveja del pobre para dar de comer a un recién llegado a su casa. Ante esto que le cuenta el profeta Natán: David se indigna. Y dice que ese rico debe morir. David ignora que el hombre rico del relato es él. El profeta le descubrirá la calamidad que está por venir, a causa de su pecado,sobre su hijo y familia. David se arrepiente, llora, ayuna y hace actos de penitenciaSin embargo el hijo que engendró con la esposa de Urías, su soldado, morirá. No importando que el pecado haya sido tan grande, por su gran arrepentimiento David alcanzará de Dios el perdón de sus faltas.

En la línea de la primera lectura el Salmo 31 nos habla de cuan importante es confesar a Dios las faltas. Cuando no se es capaz de dejar las culpas en las manos del Señor: se hace frente al sufrimiento, se siente la lejanía del Dios, se experimenta la desolación… Sin embargo cuando el fiel se arrepiente: se experimenta el perdón, la angustia desaparece, la esperanza retorna, se siente la protección y la bondad del Señor.

Cristo, para la comunidad cristiana es el Hijo de Dios que ha tomado nuestra carne y sangre para transmitirnos la verdad del Padre. Esta es una de las verdades que acepta todo aquel que cree en Jesús. Sin embargo, uno de los primeros problemas que vivirá la comunidad cristiana es el de dar el paso de las prácticas de la ley judía a vivir las verdades transmitidas por Jesús. Algunos pensaban que era la ley de Moisés la que daba la salvación y muchos otros creían que seguir a Cristo era ir en contra de Dios. En este texto que encontramos hoy en la Carta a los cristianos de Galacia, Pablo nos habla acerca del don de la fe en Cristo Jesús como único medio para alcanzar la verdadera justicia, es decir, como el auténtico camino para vivir de acuerdo a Dios. Por eso es ilógico pensar que Jesús aleje de Dios al hombre. Por esto para el cristiano es ilógico que unas normas son las que darán la salvación. La salvación vendrá más bien de compartir los sufrimientos y la muerte de Cristo para alcanzar también su vida y su victoria.

En el tiempo de Jesús los fariseos eran considerados como gente buena. Y su intención lo era: observaban la ley de Moisés, practicaban las normas de pureza, daban limosna: en una palabra, eran gente religiosa. Pero de entre ellos había algunos que por observar estas cosas: ¡se creían buenos! Es así que hoy vemos en el Evangelio a un fariseo que es capaz de juzgar a una mujer como pecadora. ¡Y tal vez lo era! Pero lo que no alcanza a verSimón, el fariseo, son los gestos que esta mujer tiene hacia Jesús, llora a los pies del Maestro y los seca con sus cabellos. Toma un vaso de perfume y lo echa sobre los pies del Señor. Simón está tan cegado en su juicio que no alcanza a leer el arrepentimiento de esta mujer a través de los distintos gestos que tiene ante Jesús. Y lo más importante: él, sintiéndose correcto en todo, ha dejado de mostrar, hacia Jesús, los gestos básicos de la hospitalidad judía por estar juzgando los actos de una mujer profundamente arrepentida.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.