sábado, 22 de junio de 2013

Reflexión Domingo 22 de junio de 2013



13 Domingo del Tiempo Ordinario

¿Y tú quien dices que soy yo?

La escena es conocida. Sucedió en las cercanías de Cesarea de Filipo. Los discípulos llevan ya un tiempo acompañando a Jesús. ¿Por qué le siguen? Jesús quiere saber qué idea tienen de él tanto la gente como los discípulos mismos. ¿Quién dicen que soy yo?

A la pregunta echa por Jesús, Pedro, convencido de lo que decía responde: “El Mesías de Dios”. Una respuesta que sale desde el corazón y desde la experiencia personal con Jesús. Cuando nosotros escuchamos esta pregunta, tendemos a responder con las formulas que ha ido acuñando el cristianismo a lo largo de los siglos: Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, el Salvador del mundo, el Redentor de la humanidad, etc. Pero ¿acaso basta pronunciar estas palabras para ser seguidores de Jesús? Por desgracia, con frecuencia se trata de fórmulas aprendidas a una temprana edad, aceptadas de manera mecánica, repetidas de forma ligera, y afirmadas más que vividas.

Confesamos a Jesús por costumbre, por piedad o por disciplina, pero ordinariamente vivimos sin captar la originalidad de su vida, sin escuchar la novedad de su llamada, sin dejarnos atraer por su amor misericordioso, sin contagiarnos de su libertad, sin esforzarnos por cumplir su mandamiento, el del amor.

Lo reconocemos como “Dios” pero no es el centro de nuestra vida. Lo confesamos como “Señor” pero vivimos de espaldas a su proyecto, sin saber cómo era y qué quería. Le decimos Maestro pero no vivimos motivados por lo que motivaba su vida. Vivimos como miembros de una religión, pero no nos atrevemos a ser verdaderos discípulos de Jesús.

No nos hemos de engañar. Cada uno hemos de ponernos ante Jesús, dejarnos mirar directamente por él y escuchar desde el fondo de nuestro ser sus palabras: ¿Quién soy yo realmente para ti? Y a esta pregunta se responde con la vida más que con palabras bonitas y sublimes.

P. Álvaro Frías, mj