miércoles, 4 de julio de 2012

El Papa nos habla de formar el corazón al atender a los enfermos (Versión Pastoral)



Para nuestra formación

Queridos hermanos y hermanas: este domingo, el evangelista Marcos nos presenta el relato de dos curaciones milagrosas que Jesús realiza en favor de dos mujeres: la hija de unos de los jefes de la Sinagoga, llamado Jairo, y de una mujer que sufría de hemorragia (Ver: Marcos 5, 21-43). Son dos episodios en los que están presentes dos niveles de lectura; el puramente físico: Jesús se inclina sobre el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y el espiritual: Jesús ha venido curar el corazón del hombre, a dar la salvación y pide la fe en Él. 

En efecto, en el primer episodio, ante la noticia de que la hijita de Jairo ha muerto, Jesús dice al jefe de la Sinagoga: “¡No temas; solamente ten fe!” (v. 36), lo lleva consigo hasta donde estaba la niña y exclama: “¡Muchacha, a ti te digo, levántate!” (v. 41). Y ella se levantó y se puso a caminar. San Jerónimo comenta estas palabras, subrayando el poder salvífico de Jesús: “Muchacha, levántate por mí: no por mérito tuyo, sino por mi gracia. Levántate por tanto por mí: el hecho de ser curada no ha dependido de tus virtudes” (Homilías sobre el Evangelio de Marcos, 3). 

El segundo episodio, el de la mujer afectada por hemorragias, pone nuevamente de manifiesto que Jesús ha venido para liberar al ser humano en su totalidad. En efecto, el milagro se realiza en dos fases: primero se produce la curación física, pero ésta está estrechamente ligada a la curación más profunda, la que dona la gracia de Dios a quien se abre a Él con fe. Jesús dice a la mujer: “¡Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad!” (Marcos 5, 34). 

Estos dos relatos de curación son para nosotros una invitación a superar una visión puramente horizontal y materialista de la vida. A Dios nosotros le pedimos tantas curaciones de problemas, de necesidades concretas, y es justo, pero lo que le debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más firme, para que el Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su providencia que no nos abandona.

Jesús se hace atento al sufrimiento humano y nos hace pensar también en todos aquellos que ayudan a los enfermos a llevar su cruz, en particular a los médicos, a los que se dedican a la salud y cuantos aseguran la asistencia religiosa en los hospitales. Ellos son “reservas de amor”, que llevan serenidad y esperanza a los que sufren. 

En la Encíclica Dios es amor (Deus caritas est) hacía notar que, en este precioso servicio, es necesaria ante todo la preparación profesional – esta es una primera y fundamental necesidad – pero esta sola no basta. Se trata, en efecto, de seres humanos, que tienen necesidad de humanidad y de la atención del corazón. “Por ello, esos servidores, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una ‘formación del corazón’: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que despierte en ellos el amor y abra su espíritu al otro” (n. 31). 

Pidamos a la Virgen María que acompañe nuestro camino de fe y nuestro empeño de amor concreto, especialmente hacia quien tiene necesidad, mientras invocamos su materna intercesión por nuestros hermanos que viven un sufrimiento en el cuerpo o en el espíritu. 

Benedicto XVI
Angelus, 01 de Julio de 2012
Plaza de San Pedro