sábado, 13 de abril de 2013

Reflexión Tercer Domingo de Pascua



Tercer Domingo de Pascua

Dios nos invita a no desanimarnos y a intentar de nuevo

La comunidad cristiana que da testimonio del Resucitado poco a poco va creciendo y se va fortaleciendo gracias al testimonio de caridad, de solidaridad y de fe. Los apóstoles y los cristianos ya no quiere vivir ocultos por el temor: ¡Ahora proclaman abiertamente al Señor! La Ley de Moisés y sus representantes fueron importantes para ellos antes de conocer a Jesús. ¿Por qué no siguió teniendo la misma importancia para los seguidores de Jesucristo? Porque ellos descubrieron en ese hombre no sólo al Hijo de Dios sino aquel que vino a implantar  una nueva ley: la del amor a la voluntad del Padre. Y esta voluntad está presente en las Palabras y en lo mandatos que Jesús les comunicó durante su paso por este mundo.

Vemos en el Salmo 30 que el Salmista ha sido liberado de posiblemente de una enfermedad, pues se veía a las puertas de la muerte. El creyente siente que sólo confiaba en sí mismo y no en el Señor. Al verse curado, y librado del peligro de perder la vida, este hombre invita a manifestar la gratitud a Dios y a caer en la cuenta que: lo malo es breve… ¡a comparación de todo lo bueno que sucede a lo largo de nuestra vida!

En el libro del Apocalipsis tenemos al apóstol Juan que se encuentra en una visión en la Isla de Patmos. Juan ya se ha dirigido a las 7 iglesias de la Provincia de Asia para animarlas e invitarlas a convertirse en aquello que necesitan cambiar. En una visión Juan contemplará a un ser que es adorado en los cielos como Señor, como Dios y como único digno de recibir la honra, el honor y el poder: es un Cordero con las marcas de haber sido degollado. Sólo Él es el único capaz de abrir un rollo escrito por ambas partes y que nos recuerda el pasaje de Ezequiel 2, 9 que nos habla de otro rollo, también escrito por ambos lados, lleno de lamentos y dolores. En Apocalipsis, al romperse cada uno de los siete sellos del rollo, comenzarán señales grandes y terribles que marcaran el inicio de la liberación final de los creyentes.

Hoy nos encontramos con una de las últimas escenas del Evangelio de Juan: los discípulos que han tratado de pescar, toda la noche, en el lago de Tiberiades. Jesús los invita a echar la red, una vez más. Ellos lo hacen y logra una pesca abundante. De estos peces comerán no sólo ellos sino Jesús mismo. Los seguidores de Jesús no sólo serán alimentados de lo preparado por el Señor: el autor del libro del Apocalipsis nos muestra como Jesús invita a Pedro, con su triple cuestionamiento a llevar adelante su misión de cuidar y dar calma, a las ovejas a él confiadas.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala,  m. j.