sábado, 8 de octubre de 2011

Meditación para el domingo 09 de octubre de 2011


28 Domingo del Tiempo Ordinario

Todos estamos invitados al banquete preparado por Dios

El profeta Isaías nos presenta el día del Señor como un día en que los enemigos de Dios son destruidos y su tierra queda abandonada. Por otra parte esa llegada del todopoderoso trae la alegría plena al pobre, al despreciado y al que teme al Señor. Para ellos se prepara un banquete. Es una comida abundante en que, el que había muerto: volverá a la vida, en que encontrarán consuelo los que lloran y en la que todos los humillados experimentarán la dignidad: es decir un nuevo orden de cosas para todos. Esta nueva realidad no será temporal: será algo que dure para siempre.

El salmo 22 es un salmo en que encontramos una imagen de Dios como un pastor. Un Pastor que cuida de su pueblo, que está atento a las necesidades de sus ovejas. En Él se encuentra seguridad, con Él se hallan pastos abundantes y aguas tranquilas. Con Él se siente seguro aún enfrente de los enemigos.

En estos últimos domingos hemos estado meditando en la Carta del apóstol san Pablo a los fieles de Filipo. Y el tema que hoy nos proponen las lecturas tiene que ver con la experiencia de Pablo: él se siente satisfecho aún en medio de la necesidad, él es capaz de todo: porque Dios le da fuerza. Gracias a ello Pablo continúa en su misión, pues también ha sentido junto a esa fuerza que viene de Dios: el apoyo de la comunidad que lo ha animado en los momentos de dificultad.

Nuevamente, como el domingo pasado, Jesús se dirige a los Ancianos y a los Sumos Sacerdotes del pueblo. Una vez más, el Señor, les dirigirá una parábola: esta vez les habla del Rey que invita a la boda de su hijo. No debemos olvidar que una de las imágenes que usan los profetas para indicar que Dios visitaba a su pueblo es la imagen de la boda. Era el modo de decir que el Señor se unía a su pueblo con amor eterno. Es significativo que los invitados no quieran participar en este acontecimiento por estar más preocupados de su tierra o sus negocios. Algunos hasta son capaces de maltratar o matar con tal de no rechazar de una vez para siempre esta invitación. Sin embargo la fiesta no parará porque los invitados no quieran responder a la invitación: la alegría que trae la visita de Dios, en la persona de Jesucristo, irá dirigida a todos, buenos y malos, la única condición de entrada al Reino es el traje de fiesta, es decir, la sinceridad en la respuesta a lo que Dios quiere.

P. Óscar Alejandro, m. j.