sábado, 2 de marzo de 2013

Reflexión Domingo 03 de marzo de 2013



Tercer Domingo de Cuaresma

Dios nos ha liberado para encontrar la vida

Hoy en la primera lectura del libro del Éxodo encontramos a uno de los personajes centrales de la historia del pueblo de Israel: Moisés. Recordemos que él, siendo niño fue puesto por su madre en una canasta en el río, rescatado por la hija del Faraón y criado en la corte de Egipto. No perdamos de vista que Moisés también mató a un egipcio que maltrataba a un hebreo, huyó, y pasado el tiempo se casó con una de las hijas de Jetró. Hoy encontramos el texto en que Moisés, mientras está con los rebaños de su suegro, ve a una zarza que se arde en llamas pero no se consume: allí Dios manifiesta su presencia y su identidad. Cuando Dios le dice: “Yo soy el Dios de tus padres el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”, le revela que no es egipcio sino forma parte de un pueblo: ¡es hebreo! Y al decirle: “he visto la opresión de mi pueblo, he oído sus quejas, conozco bien sus sufrimientos”… muestra que el Señor no es indiferente a la situación de los hebreos. Finalmente este texto manifiesta también como Moisés se dispone, a ayudar a Yahvéh, en esta liberación de sus hermanos.

En sintonía con las lecturas del día de hoy el salmista nos habla de cómo Dios: perdona las culpas, cura las enfermedades, rescata la vida de la fosa y colma de gracia y de ternura: es decir libera creyente al igual que rompió las cadenas de los que estaban esclavos en Egipto. La invitación del autor del Salmo 102: es bendecir a Dios por estos actos, y sobre todo, a no olvidar nunca estos beneficios.

Los Corintios, a los que Pablo dirige su carta, han recibido el bautismo y este bautismo implica la conversión. Hoy el Apóstol los lleva a recordar un evento importante para los creyentes: la liberación del pueblo de la tierra de Egipto, su paso por el mar Rojo, el modo como Dios los alimentó con el Maná y les dio a beber del agua de la roca. En una palabra les muestra como el pueblo ha sido testigo de grandes eventos. Sin embargo a pesar de haber sido liberados, alimentados y protegidos ellos se alejaron de él y buscaron la muerte. Esta es una historia que puede repetirse en el cristiano que también ha recibido grandes beneficios tales como: ser lavado en las aguas de bautismo o ser alimentado con la Eucaristía. Por eso hoy Pablo invita al creyente a no desear las cosas malas: porque al igual que aquellos hebreos podrían llevarlo a la muerte.

Hoy San Lucas nos presenta un pasaje especial: unos hombres han ido a ver a Jesús para contarle como Pilato había mandado matar a unos galilelos mientras ofrecían sacrificios. ¿Qué pensarían estos hombres al contarle a Jesús este evento? ¡No lo sabemos! Pero Lucas nos muestra como Jesús se vale de esto que le han contado para no creer que el que muere es más pecador que el que aún vive. La muerte de otros ha de ser vista, como una oportunidad, para darse cuenta si se está viviendo según Dios o se está viviendo lejos de Él. Permanecer lejos de Dios llevará al creyente no sólo a una vida estéril: sino a la muerte, de allí el ejemplo de la higuera que no da frutos. Jesús, en esta lectura, no quiere provocar pánico por no dar el fruto esperado sino más bien invitar a sus oyentes a evaluar su modo de vivir, provocar en ellos un cambio de actitud, y ofrecer los frutos que Dios espera de todo aquel que cree en su Palabra.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.