domingo, 17 de marzo de 2013

Reflexión 17 de marzo de 2013

Quinto Domingo de Cuaresma

Dios no nos quiere cautivos: ¡Nos quiere libres”

Ante un pueblo que ha vivido la terrible experiencia del destierro, Yahvéh, por medio del profeta Isaías, se muestra como el Salvador de Israel. El pueblo recordaba el modo de actuar de Dios presentado por el Éxodo: plagas que buscaban ablandar el corazón del Faraón, un paso impresionante a través del Mar Rojo, muerte de los enemigos aplastados por las aguas de ese mismo mar… en ese recuerdo estaba contenida una esperanza de liberación. Es por eso que Isaías invita al pueblo a no añorar actos del pasado: el pueblo debe abrir los ojos y ver que Dios está obrando para dar libertad a su pueblo, que el Señor les está preparando el camino de vuelta. El Pueblo no está solo: el Señor sostendrá su camino de vuelta hacia su tierra, Él quiere liberar a los suyos no sólo porque es un Dios fiel a su promesa sino porque el pueblo es de gran valor y es visto con ojos de amor por su Creador.

Es importante recordar como el pueblo en el Cautiverio vivía en la opresión, pero Dios da un giro inesperado a la suerte de este pueblo: Ciro, Rey de Persia, manda que los exiliados vuelvan a sus tierras. El dolor se convierte en bienestar, la tristeza en gozo, la desesperanza en sueño. ¡Nadie lo cree! ¡Ni los gentiles! Y tanto los que están por retornar, como los gentiles, descubren que Dios ha actuado a favor del pueblo. ¡Es imposible que el Señor se olvide de la promesa de estar siempre a favor de los suyos!

Pablo, en la carta a los Filipenses, describe cómo Cristo ha asumido la condición humana, como se ha humillado, como se ha hecho nada padeciendo la muerte. Pablo escribe esta carta desde la prisión. Sin embargo esta carta quiere animar a los cristianos de Filipo con el ejemplo de Jesús, pero también, con el propio ejemplo de Pablo, a no perder de vista la meta. Seguir a Cristo ha hecho que Pablo considere todo como basura: sus logros humanos, lo destacado de su formación religiosa, su nacionalidad, su pertenencia a la secta farisea, su modo exacto de cumplir la ley... Los criterios de valor han cambiado radicalmente y el Apóstol ha descubierto en Jesucristo su tesoro, su orgullo y su sentido en entregar la vida por el Evangelio.

Juan nos presenta la persona de Jesús como alguien que desconcierta por su forma de actuar. Para algunos que han visto sus signos y han escuchado sus palabras es un profeta, para otros alguien que viene de Dios. Para aquellos que no creen en Él: es alguien que engaña y alguien que no puede ser el Mesías por ser Galileo. Sin embargo Jesús se presentará como aquel que conoce al Padre, como aquel que lo ha oído y como aquel que comunica sus Palabras. De aquí que Jesús en el pasaje que leemos en este domingo pueda desenmascarar a aquellos que se siente con derecho de lapidar a una mujer sorprendida en adulterio. Dios, siendo la justicia misma, no quiere que el hombre que ha pecado muera. Por lo tanto, otros que han pecado no deben sentirse con el derecho de quitar la vida a una mujer, que en un acto de debilidad, ha fallado tanto o igual que aquellos que pretenden arrebatarle la vida.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.