miércoles, 30 de mayo de 2012

Reflexión 3 de junio de 2012


VIII DOMINGO ORDINADIO

SANTISIMA TRINIDAD

Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Para nosotros, cristianos, es muy común hacer la invocación trinitaria (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo); en el catecismo hemos aprendido que hay tres personas distintas en un solo Dios; el mandato de Jesús a sus discípulos es ir a todas las gentes y bautizarlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Cómo entender esta relación trinitaria Padre-Hijo-Espíritu Santo?

Esta relación trinitaria a menudo se nos ha presentado como un misterio impenetrable y difícil de entender. Sin embargo, a la luz de la Palabra de Dios,  descubrimos que se trata de la forma en que Dios ha querido darse a conocer al mundo: Dios es nuestro Padre que nos ha amado tanto que entregó su Hijo por nosotros  (Jesús es quien nos reveló el verdadero rostro de Dios), y además nos dio su Espíritu para que pudiéramos conocer y sentir el amor ilimitado que Él nos ofrece.

Ya en la Antigua Alianza, dice la lectura del libro del Deuteronomio, Israel quedó deslumbrado por el gran amor de Dios. Israel sabia que no hay nada en ninguna de las religiones del mundo que sea comparable a este amor.  San Pablo en su carta a los romanos nos hace caer en la cuenta que gracias al Espíritu nosotros podemos penetrar en la vida íntima de Dios como sus hijos, recibimos un espíritu de hijos que nos hace gritar iAbba! (Padre).

La Trinidad (Padre-Hijo-Espíritu Santo) es, por tanto, una comunión de la cual cada uno de nosotros somos parte en la medida en que nos sintamos perdonados y amados por Dios; nuestra tarea es actuar conforme a esta nueva identidad en los múltiples encuentros con otros.


P. Álvaro Frías Turrubiartes, mj