miércoles, 21 de marzo de 2012

Reflexión domingo 25 de marzo de 2012

Quinto Domingo de Cuaresma

La salvación: un acto continuo del amor de Dios

Sin lugar a duda la experiencia del destierro marcó fuertemente al pueblo de Israel. Aparentemente el pueblo se encontraba abandonado. Pero si alguien ha abandonado el camino de la libertad es Israel. Dios no sólo es el liberador del tiempo de los Egipcios: Yahvéh continuamente rompe las cadenas que atan al pueblo. En este texto que encontramos hoy, en el libro del profeta Jeremías, el Señor manifiesta, a través del profeta una alianza nueva. Ya no son tablas de piedra: ¡Es la ley dentro del corazón del hombre! Ya no será doctrina a seguir a quien ha liberado a Israel: ¡Será la certeza y la experiencia de reconocer al verdadero Dios!

Para reconocer verdaderamente la liberación que nos viene de Dios es necesario experimentar su misericordia. El Salmo 50 es sin duda una de las oraciones de arrepentimiento más sentidas de la Sagrada Escritura. Algunos autores ven en este Salmo la oración de David que se arrepiente de haber pecado por haber dejado morir a Urías, su siervo, con el fin de quedarse con su mujer. Sin embargo esta oración bien se aplica a todos los que reconocen la infidelidad y ven las consecuencias terribles de haberse apartado del camino del Señor.

Se dice que la Carta a los Hebreos es un escrito que tiene como fin animar a aquellos judíos convertidos al cristianismo. Pero no se trata solamente de un simple consuelo: se trata más bien de enfocarse en la figura de Jesús que lleva a su pleno cumplimiento lo que significaba el antiguo pacto. Por eso Cristo es llamado verdadero Sumo Sacerdote. Su acción no será la de cumplir un rito: su obra más grande, en su intención por unirnos a Dios, implico sufrimiento, lágrimas, muerte... y sobre todo algo más grande: ¡La Resurrección! A fin de que todo el pueblo experimentara, en Él, de una vez por todas, esta nueva vida.

En el Evangelio que hoy nos regala san Juan, por segundo domingo consecutivo Jesús nos habla de que será elevado: si recordamos el domingo pasado se lo decía a Nicodemo, hoy se lo dice a Felipe y Andrés. ¿Por qué les habla de esto? Hay unos extranjeros que quieren ver a Jesús. En este capítulo del Evangelio María ya ha puesto perfume en los pies de Jesús, muchos judíos han ido a casa de María por ver a Lázaro, que ha sido resucitado por Cristo, los jefes de los sacerdotes ya planean matarlo y el Maestro ya ha entrado triunfante en Jerusalén. Sin embargo en la ciudad santa espera la cruz. La cruz para Juan será la hora en que los judíos piensen haber dado muerte al Nazareno, sin embargo será la verdadera Hora en que Dios utilizará este signo de muerte para manifestar la verdadera identidad del Hijo. La hora de las tinieblas sería incapaz de oscurecer esa luz traída por Jesucristo.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.