jueves, 5 de abril de 2012

Reflexión domingo 08 de abril de 2012

Domingo de Resurrección

La Resurrección: manifestación del invencible poder de Dios

En la primera lectura de este domingo de Resurrección encontramos a Pedro con una actitud totalmente distinta a la de antes de la Pascua. Ya no es el Pedro que teme, que niega, que se acobarda: ahora es el apóstol que da testimonio, que predica y que denuncia la muerte injusta del Maestro. Es el creyente que proclama la obra de Dios y se sabe elegido para llevar al pueblo el anuncio de aquello que puede darle la salvación.

En el salmo 117 encontramos, de parte del salmista, el reconocimiento de la acción de Dios. No sólo se trata de caer en la cuenta de lo hecho por el Señor: se invita a la gratitud hacia el Creador por sus acciones. El creyente no deja de reconocer que aquello que aparentemente es insignificante para el hombre, Dios lo convierte en el medio, a través del cual, muestra su salvación.

Pablo, dirigiéndose a los fieles de Colosas, habla de Cristo como aquel por quien se han creado todas las cosas. El Apóstol también ha invitado a los colosenses, en los primeros capítulos de esta carta, a afianzarse en el amor, a mostrase fuertes, a no dejarse engañar, y a no vivir conforme a doctrinas o prácticas que esclavizan al hombre. ¿En dónde se encuentra esa fuerza? En la certeza que Cristo los ha liberado del pecado y los ha reconciliado con el Padre por su sangre. Estando convencidos de esa verdad lo que se buscará no será lo valioso de esta tierra sino la sabiduría que viene del cielo, sabiduría que el cristiano encontrará en las palabras y la imitación de Jesús.

Hoy encontramos en el Evangelio de Juan, un trozo del capítulo 20. Apenas un capítulo antes los poderes civiles, representados en Pilatos, y los poderes religiosos, representados por los jefes de los sacerdotes: han dado muerte a Jesús. En el texto de este domingo sin embargo nos encontramos ante el Poder de Dios que ha actuado para dar vida a Jesús. Contemplamos a una mujer, María Magdalena, que les dice a los apóstoles que la piedra, que sellaba el sepulcro de Cristo, ya no está. Vemos además que esa tumba vacía se convertirá en un signo, para el discípulo amado, pues será el medio para que éste caiga en la cuenta de que el Maestro no ha sido derrotado por la muerte sino que ha resucitado de entre los muertos.

P. Óscar Alejandro Hernández Zavala, m. j.