sábado, 23 de junio de 2012

El Papa continúa hablándonos de la oración (Versión pastoral)


Para nuestra formación 
Nuestra oración es muchas veces, una petición de ayuda en momentos de necesidad. Y esto es normal para el hombre porque necesitamos ayuda, necesitamos de los demás, necesitamos de Dios. Así es que para nosotros es normal pedirle algo a Dios, buscar su ayuda; y debemos tener en cuenta que la oración que el Señor nos enseñó: el "Padre nuestro" es una oración de petición, y con esta oración el Señor nos enseña la importancia de nuestra oración, limpia y purifica nuestros deseos, y de este modo limpia y purifica nuestro corazón. Así es que, si de por sí es algo normal que en la oración pidamos alguna cosa, no debería ser siempre así.
Hay también ocasión para dar gracias, y si estamos atentos, veremos que recibimos de Dios tantas cosas buenas: es tan bueno con nosotros que conviene, es necesario darle gracias. Y esta debe ser también una oración de alabanza: si nuestro corazón está abierto, a pesar de todos los problemas, apreciamos también la belleza de su creación, la bondad que nos muestra en su creación. Por lo tanto, no solo debemos pedirle, sino también alabar y dar gracias: solo así nuestra oración es completa.
En la oración constante, en la relación diaria con Dios, aprendemos también nosotros, como san Pablo, a distinguir con más claridad los signos del plan de Dios y de su acción: de la belleza del Creador, en la belleza que surge de sus criaturas (Ver: Efesios 3,9 ), como lo canta san Francisco de Asís: "Alabado sea mi Señor, con todas tus criaturas" (Florecillas 263). Es importante estar atento aún ahora, en el periodo de las vacaciones, a la belleza de la creación y ver revelarse en esta belleza el rostro de Dios. En sus vidas, los santos indican de modo brillante qué puede hacer el poder de Dios en la debilidad del hombre. Y puede hacerlo también con nosotros. En toda la historia de la salvación, en la que Dios se ha hecho cercano a nosotros y espera pacientemente nuestros tiempos, incluyendo nuestras infidelidades, alienta nuestros esfuerzos y nos guía. En la oración aprendemos a ver los signos de este plan misericordioso en el camino de la Iglesia. Así, crecemos en el amor de Dios, abriendo la puerta a fin de que la Santísima Trinidad venga a habitar en nosotros, ilumine, caliente, guíe nuestra existencia.
Queridos amigos, cuando la oración alimenta nuestra vida espiritual nos volvemos capaces de conservar aquello que san Pablo llama "el misterio de la fe" en una conciencia pura (Ver: Primera carta de Timoteo 3,9). La oración como una forma de "acostumbrarse" a estar junto a Dios, crea hombres y mujeres animados no por el egoísmo, del deseo de poseer, de la sed de poder, sino de la gratuidad, del deseo de amar, de la sed por servir, es decir, animados por Dios; y solo así se puede llevar luz a la oscuridad del mundo.

Benedicto XVI
Audiencia 20 de junio de 2012
Plaza de San Pedro